Archivo de mayo de 2012
Monos sabios
Al margen de Chita, Copito de Nieve, el Bibliotecario de la Universidad Invisible, y otros simios que se han hecho famosos en la edad moderna, posiblemente los monos más famosos del mundo son los tres que se cubren respectivamente las orejas, la boca y los ojos. Se dice que estos tres monos representan los preceptos del Santai, un código moral Chino que aconseja «No ver el Mal, no escuchar el Mal y no decir el Mal». En los tiempos de indignación y censura que corren, no faltan quienes sugieren adaptar los gestos de los monos a «Cerrar ojos y oidos a la injusticia, y no quejarse de la misma». Sin embargo, se considera la enseñanza que nos dejan estos monos como un consejo concreto, aunque en realidad es solo una parte de una serie de sugerencias para todo el transcurso de la vida, que se encuentran representadas en unos grabados del Santuario de Tōshō-gū, en Nikkō, Japón
Los tres monos sabios, como habitualmente se les denomina, son el segundo de una serie de ocho grabados colocados en la fachada exterior de los establos de este santuario. Todos ellos están protagonizados por una familia de primates en distintos estadios del transcurso de la vida, siendo el de los tres monos el correspondiente a la adolescencia. Pero empecemos por el principio.
El primer panel corresponde a la infancia, y en él vemos un mono adulto con una cría. El pequeño aún depende de un adulto, y se le representa mirando a éste, tomándolo como referencia para lo que pueda llegar a ser. Por otra parte, el padre o la madre mono aparece agarrando al pequeño, que aún no puede ir solo, mientras mira al horizonte escrutando el futuro de su hijo.
El segundo de los paneles se corresponde con la adolescencia o la niñez, donde el pequeño mono empieza a explorar por su cuenta o en compañía de otros como él, exponiéndose a los peligros del mundo. Por esto, se representa a los monos cubriéndose ojos, nariz y boca, protegiéndose de ver y oir el mal (la curiosidad mató al gato, pero el mono lo sabe y está sobre aviso), e impidiendo a su vez decir maldades.
En el tercero de los paneles el mono ya aparece no sólo sin la tutela de sus padres, sino que se encuentra totalmente solo. Este tercer paso se corresponde con su emancipación. La cría da el paso a la vida adulta, y se le representa sin compañía simbolizando que se está convirtiendo en el único responsable de su vida a partir de este punto.
El cuarto de los paneles representa a nuestro protagonista mirando hacia arriba, en compañía de un segundo mono. Se interpreta esta escena como el momento en que el mono, en compañía de un socio, fija las miras de su vida en el crecimiento de un proyecto. La mirada hacia lo alto se considera símbolo de la ambición y las ganas de comerse el mundo habituales en los jóvenes.
Los planes no siempre salen bien, y de eso trata este quinto panel. Si bien en el anterior veíamos a un mono emprendedor y con su vista fija en lo alto, ahora lo encontramos abatido y mirando hacia abajo. Sin embargo, el grabado nos recuerda que incluso en los tiempos peores siempre tendremos junto a nosotros a alguien para darnos consuelo, y espacio para reemprender nuestra vida en nuevo proyecto. Aunque quizá no mirando a lo alto, sino al frente.
Existen tres grabados más, a los que lamentablemente no se podía acceder para hacerles la foto. En el sexto aparece el mono colgado boca abajo junto a una mona, representando de manera inequívoca el enamoramiento. En el séptimo ámbos, ya como pareja, se enfrentan a una enorme ola demostrando que en pareja la vida tiene sus vaivenes, pero permite afrontar metas enormes. Por último, en el octavo grabado la mona aparece preñada, cerrando el ciclo de la vida de nuestros didácticos simios.
________________________________________________________________________
Fuentes:
http://sebastiancuenca.com/3monos.html http://es.wikipedia.org/wiki/Los_tres_monos_sabios
Gramós, el pueblo que fue rehabitado
Hace unos pocos días, en el excelente blog Fronteras, Diego González publicaba una entrada hablando de pueblos que tienen exáctamente un habitante. La casualidad ha querido que hace sólo unos pocos más días, estuviese pasando el fin de semana en un pueblo que tiene exáctamente un habitante. UnA habitante, para ser precisos.
Gramós es una aldea en los pirineos de Lleida, situada en el Vall d’Elins que transcurre junto al rio Pallerols entre Sort y la Seu d’Urgell. Al carecer del tamaño suficiente para tener ayuntamiento propio, pertenece al municipio de Ribera de l’Urgellet. Se accede por una pista forestal al costado de la N-260, lo que le deja aislado de cualquier ruta comercial y lo convierte en uno de esos pocos pueblos de España que no tiene un bar. La escasa decena de casas que lo conforman, fueron abandonadas en los años cincuenta del siglo XX, por lo que apenas quedan unas ruinas de lo que fue.
Hace unos años, Ana, una de las antiguas nativas de Gramós decidió volver al pueblo. De hecho, no sólo volver, decidió hacerse con el pueblo y volver a ponerlo en el mapa. De manera que juntando unos ahorros, se hizo con todo el terreno rural perteneciente a la aldea y se censó en él, siendo en la actualidad la única habitante oficial. De esta manera ha conseguido que se restauren los accesos a Gramós, se han instalado generadores de energía renovable para el autoconsumo del pueblo, y ha aprovechado las praderas que dejan disponibles el bosque y las rocas para mantener huertos y una pequeña explotación ganadera. La legislación no le permite indicar en la carretera el acceso al pueblo, de manera lo único que deja constancia de la existencia del mismo es un único cartel particular situado detrás de la valla que limita su terreno, dificil de ver si llegas de noche.
Ana también ha rehabilitado la casa en la que reside y la casa contigua, bautizando esta última como la Casa de Les Flors y convirtiéndola en un alojamiento rural. Gracias a los ingresos que obtiene del alquiler de la casa y a la ayuda de sus hijos, puede permitirse subsistir en el valle. El tiempo libre lo dedica a la elaboración de mermeladas y quesos caseros, que vende a los que se alojan en la casa y no puedo dejar de recomendarlos. Si estáis pensando en pasar un fin de semana en una casa rural en los pirineos de Lleida, puede ser una buena opción. Lo de saber que estás acompañando al único habitante en kilómetros a la redonda es un plus a la tranquilidad a tener en cuenta. Y el paraje donde se encuentra el renacido pueblo de Gramós es una delicia para los sentidos.